Europa atraviesa una crisis que, según el escritor y politólogo Agustín Laje, ya no puede describirse solo como migratoria, sino como un proceso profundo de erosión cultural, identitaria y política. Desde su experiencia directa viviendo parte del año en España y viajando por el continente, Laje sostiene que la combinación de inmigración ilegal descontrolada, relativismo cultural y autonegación europea está generando un escenario de vulnerabilidad que deja a Europa sin defensas frente al avance del islam radical.
El politólogo describe cómo, en apenas unos años, manifestaciones tradicionales como la Navidad pasaron a considerarse “ofensivas”, mientras expresiones islámicas avanzan sin oposición. Señala que se producen situaciones impensadas: pesebres cuestionados públicamente, iglesias profanadas sin consecuencias y cristianos detenidos por predicar, todo en países que históricamente enarbolaron la bandera de la libertad religiosa.
Pero el fenómeno, aclara, es mucho más profundo. Laje sostiene que Europa está renunciando voluntariamente a su identidad: fiestas locales canceladas “para no excluir a nadie”, normas escolares adaptadas a grupos sin intención real de integrarse, y una tendencia política que criminaliza símbolos nacionales. Menciona casos como el de Inglaterra, donde mostrar la bandera puede ser considerado “racista”, o el de España, donde un joven fue atacado por vestir la camiseta de su selección. Para Laje, este proceso convirtió al europeo común en un huésped incómodo en su propia tierra.
La problemática también tiene un costado demográfico: mientras Europa pierde población, la inmigración proveniente de países islámicos crece. El analista afirma que las élites políticas europeas se concentraron en agendas ideológicas internas —género, aborto, batallas culturales— dejando sin respuesta una crisis migratoria que transforma por completo el tejido social. A esto se suma un dato que Laje califica como alarmante: entre 2013 y 2023, los delitos sexuales en Europa crecieron un 79,2%, con inmigrantes de ciertas procedencias sobrerrepresentados en estadísticas policiales, aunque —según denuncia— sistemáticamente invisibilizados por gobiernos y medios tradicionales.
Pero el núcleo de su advertencia no es solo el islamismo. Para Laje, el problema comenzó cuando Europa decidió desarmar sus propios valores: renunció a su identidad, patologizó su orgullo cultural y adoptó un relativismo que dejó vacío el marco moral de su civilización. En ese contexto, sostiene, cualquier ideología con fuerte cohesión interna —como el islam radical— encuentra un terreno fértil para avanzar.
Su mensaje final es directo: si Europa no recupera sus valores, su frontera y su identidad, podría enfrentar un punto de no retorno. Una advertencia que, desde la mirada liberal y a contracorriente del discurso dominante, abre un debate que el continente ya no puede seguir evitando.